Un Plan de 3 pasos Para Dominar Cualquier Tema.

Basado en un artículo de Jessica Stillman, en la Sección de Opinión de Inc.com

¿Cómo aprender?

En estos tiempos de escuela en el hogar, educación a distancia, clases virtuales y presenciales, la importancia (o no) de los maestros para enseñar y la autodidáctica, viene muy bien esta referencia a Richard Feynman, un genio que tenía una virtud: el poner las cosas más complicadas, en términos simples. Es un gran concepto si quieres saber cómo aprender.

Yo abrazo con entusiasmo esa virtud, aunque en algunos ambientes (el mexicano, por ejemplo) sea un defecto.

Desde que tengo memoria he querido practicar y dominar, aprendiendo por mi cuenta, la mayor parte de lo que sé. Y también sé, no se requiere recordármelo, que esa forma de aprender, sin maestros, aplaudidores o torturadores, puede dejar huecos en el conocimiento. Pero en el caso mexicano, el defecto mayor es la ausencia del anhelado documento, la llave que abre todas las puertas, para permitir la entrada, a veces, (muchas, muchas veces, la mayoría, en mi opinión) a gente francamente tonta pero titulada.

El caso de Feynman es deslumbrante. Ganar un premio Nobel y ser uno de los genios científicos más reconocidos sería suficiente, ¿No?, pero es evidente que Richard Feynman siempre quiso saber más, aprender más. Era un adicto a bocadillos cerebrales, dice su biógrafo, James Gleich.

No prefería una habilidad más que otras. Aprendió a tocar la batería, a dar masajes, a contar historias, a conquistar mujeres en los bares. Todas estas “disciplinas” consideró que eran, simplemente, oficios con reglas que se pueden aprender…

¿Fue todo este aprendizaje solamente un producto del genio de Feynman, de su cerebro ultrarrápido, inventivo y medio raro? Si así fuera, nos tendríamos que maravillar de su habilidad para dominar todo desde los bongós hasta la mecánica cuántica.

Pero el don de Feynmann para aprender no era la única habilidad nativa. También tenía una técnica para aprender nuevas habilidades, digamos que la habilidad de aprender habilidades.

Una cosa muy buena de su técnica es que es copiable. Pero, como rezan muchos memes de Clickbait en Facebook “Como no te produce títulos, (“con valor a curriculum”, dicen los vendedores de cursillos, diplomados, maestrías, doctorados y demás honores), no lo leerás, no pondrás “me gusta”, o “me hace reír”, “me entristece”, “me enchila” o “me da ternurita”. Si hubiera una reacción de “me vale madre”, ahí sí podría haber una prueba de vida de tu parte.”

Pero si te parece que aprender nuevas cosas es algo que te podría ser de alguna utilidad, sigue leyendo.

Shane Parrish, el cerebro detrás de “Farnam Street, El Sitio con un Cerebro” ha delineado en forma práctica esta “Técnica Feyman”, tanto en su blog como en un artículo para Quartz. Aquí están los fundamentos de este proceso de tres pasos y una referencia a mis métodos.

  1. Enseña a un(a) niñ@ Cómo Aprender.

Feynman fue uno de los grandes explicadores a nivel popular de la ciencia más avanzada, y siempre insistió que hasta los conceptos más difíciles pueden verbalizarse en palabras que cualquiera puede comprender. (Si no conoces esta habilidad casi mágica de Feynman, mira el video clásico: 

De hecho, (y aquí va un golpe a muchos de mis amigos), Feynmann creía que el uso de un vocabulario sofisticado es, con frecuencia, un signo de que no has comprendido un tema por completo.

Esa es la razón de que el primer paso de su “Técnica Feynman” es tomar un trozo de papel y explicar por escrito lo que estés tratando de aprender como si estuvieses hablando con un niño de 8 años, y no muy sobresaliente o muy inteligente.

“Cuando escribes una idea de principio a fin en lenguaje simple, que un niño pueda entender (una clave: usa las palabras más comunes que puedas), te fuerzas a entender el concepto a un nivel más profundo y simplificas las relaciones y las conexiones entre las ideas. Si te cuesta, es que tienes una clara visión de los huecos o fallos que tienes. Esa tensión es muy buena, porque antecede a la oportunidad de aprender,”, dice Parrish.

Yo tuve la enorme ventaja, matizada por el hecho de que mis hijos sí son muy inteligentes, habiendo heredado ese don de su mamá, de tener seis oportunidades en mi vida para explicar un montón de temas a niños. Algo he hecho también con mis nietos.

Al niño que más le expliqué, y, por razones obvias, con quien más tuve dificultades, fui yo. (También tuve infancia, aunque estas barbas lo nieguen). También en eso tuve una ventaja grande: Desde muy pequeño, fui un dibujante monero. Hacía caricaturas de todo lo que veía y luego, diagramas de lo que iba aprendiendo, con monos (así llamamos en México a los dibujos de muñequitos) en las libretas, libros y hojas sueltas. Ese hábito fue detestable para algunos profesores, prohibido en algunas escuelas, un desperdicio de libros según algunos y, para mi sorpresa, para mi último empleador.

Pero a mí me significó y sigue siendo, un camino didáctico. Y luego lo utilicé con otros niños. El que queda en mí, también.

  1. Cómo Aprender: Regrésate

Al principio te cuesta conducir a tu nueva materia en un empaque de términos simplificados. Eso está bien. Sólo considera que cada vez que las cosas se complican o se opacan, se ha encendido la señal de que necesitas estudiar más esa sección en particular.

“Por ejemplo, si pronto vas a tener un examen de biología y tienes dificultades explicando la evolución en términos simples, abre el libro de biología y empieza a re-leer la sección de evolución. Ahora, cierra el libro, toma una hoja de papel en blanco y explica la sub-idea (en este ejemplo, evolución) con la que has tenido problemas,” señala Parrish.

Con los monos hay esa misma prueba de fuego: ¿Se puede dibujar en términos ‘infantiles’ y, (¡Oh, fórmula mágica! Divertidos, con sentido del humor? ¿No? —hace falta estudiar más.

Eso entraña tiempo. Un recurso… escaso.

  1. Cómo Aprender: Revisa y simplifica.

Si practicas la técnica de Feynman, vas a terminar con abundantes notas que empacan cualquier cosa que estés intentando aprender, en tu propio lenguaje, simplificado y desnudo de adornos.

Lo que sigue es revisar y consolidar ese conocimiento. “Léelas en voz alta,”, sugiere Parrish. “Si la explicación no es simple o suena confusa, es una buena indicación de que tu comprensión en el área requiere más esfuerzo.”

Cuando estudié Ingeniería, primero Industrial, luego Mecánica y Eléctrica, luego Electrónica, tuve otro fruto del azar que no era más que suerte empaquetada. El grupo de ingenieros era muy pequeño y mis compañeros, brillantes, con inteligencias diversas. A iniciativa de uno, nos animamos a estudiar las materias por anticipado y en forma individual, para luego reunirnos en sesiones de chacota y fiesta, para que, por designación, uno fuera el profesor. Los alumnos eran despiadados y obligaban al maestro en turno, que “leía en voz alta” a regresar, frustrado y convencido de sus terribles limitaciones, a revisar y reaprender. Pero en la siguiente ocasión se vengaba con el “profesor” siguiente.

Yo seguí haciendo monos. Y con todo y todo, lo que mejor he aprendido es a saber que no aprendí casi nada.